Levanto la vista, dejo que el sol bañe mi cara. En mi escritorio, unas margaritas que compré el viernes como recompensa de una semana larga. Mis manos en el teclado. El vaso con agua ya un poco dudosa. El aroma a uvas del difusor le aporta dulzura al día.
Cada vez estoy más convencida que las épocas de quietud no existen. Incluso en los momentos en los que todo parece ir bien hay tramas tejiéndose a escondidas, eventos que luego sentimos escupidos hacia nosotras cuando quizás solo estaban ocultos.
Hace meses que siento que mi vida no es mía. Que me preocupo por problemas que no me pertenecen, me meto en temas en los que no debería meterme. Siento que mis intenciones y mis ganas quedaron dispersas, que ya no me acuerdo porqué quiero hacer lo que hace solo unas semanas me llenaba de entusiasmo.
¿La brújula dejó de funcionar o yo me rompí?. Si le pregunto a Favalli ya sé qué me va a decir.
No todo está perdido, diría mi abuela. Y es verdad. Me queda la belleza. La belleza de las cosas normales: ver cómo crece una nueva hoja de mi planta, tomar un café con buena compañía, un mensaje de una amiga que me pregunta cómo estoy, el atardecer que baña de dorado mi casa, tomar un café sola, la lectura, el taller de los jueves, mis ami-alumnas del Aquelarre, mis mascotas, un abrazo de mi novio, un mensaje o comentario lindo en alguno de mis posteos.
Estas cosas solían ser invisibles a mis ojos. Creía que no tenían valor por el hecho de ser cotidianas. Que tenía que hacer cosas “grandes” (andá a saber qué era eso), para poder disfrutar y sentirme realmente satisfecha con mi vida.
Pero la existencia y la escritura me enseñaron que es ahí, en lo normal, en el día a día donde se esconde la verdadera magia.
Que si quiero hacer algo no tengo que esperar a arreglar mi vida, porque quizás nunca se arregle o quizás, ojo, no estaba tan mal como yo pensaba.
Que no es cuando todo esté bien y no haya problemas, sino que es especialmente hoy, con los problemas, con las dificultades, con la tristeza. Porque ese puede ser el remedio, la soga, para sostenerme en la tormenta.
Disfrutar de la belleza de las cosas normales. Darle espacio a lo que me hace bien.
Refugios necesarios.
Pequeños actos de resistencia frente al caos.
Si tenés ganas de que pensemos sobre estos temas juntas, te espero en el Aquelarre Creativo. Una membresía, una “escuelita”, un club para conectar con la escritura, la creatividad, la lectura y el autoconocimiento.
Si sentís compartir alguna idea, emoción o lo que tengas ganas, te espero en los comentarios.
Con cariño,
Paos.
Hermoso 💗 estoy convencida que la escritura siempre nos hace esa invitación de dialogar con la cotidianidad y su belleza. Creo que uno de los desafíos de estos tiempos es reconocer en lo aparentemente "mínimo y simple", lo sublime, lejos del ruido y las exigencias externas.
Me encantó. Preciosa reflexión ☺️